martes, 30 de agosto de 2011




No me acuerdo demasiado, casi nada la verdad. Tengo algunos recuerdos, no precisamente del día en que se fue sino del tiempo en que estuvo.
Algún día estuvo conmigo y con mi mama, de repente también mis hermanos. Estábamos en la bodega, yo era pequeña y él gateo conmigo, como jugando. Recuerdo que algún día no estuvo más, recuerdo que la vida se puso dura, él, al parecer se había ido, la navidad fue triste, recuerdo ir con mi madre a todos lados, todas las casas a las que tuvimos que mudarnos, la camisa de Helga Pataki y la obsesión casi compulsiva por plantar girasoles en cada rincón del jardín, recuerdo el regalo del día del niño (una pequeña fuente de sodas, rosada y fucsia, a alguien ya le había servido, pero era perfecta),  una inundación, un techo, una pijama que no era mía y que se arrastraba por el suelo, recuerdo que extrañaba a mis hermanos. Luego, lo vi una vez más, fuimos a la ciudad y me enseñó que después del veintinueve estaba el treinta (me sonaba tan extraño el treinta, treinta, treinta, que hasta creí que me estaba tomando el pelo) estábamos en un mc donalds, me regalo unos patines y me llevo a patinar, recuerdo que antes de verlo caminábamos entre un mundo de gente y mi mama dijo: “ahí esta”, caminaba hacia nosotros. Yo no sabía quién era y pregunte, un paso antes de que estuviera justo en frente,  mama dijo: “Es tu papa”, me emocioné, lo abracé tanto sin saber que él ya no  regresaria al pueblo  con nosotros.

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