martes, 11 de enero de 2011

Llegaron las primeras luces del alba, se filtraron por la ventana de su habitación y ella se despertó de golpe pensando que era más tarde lo que era. Se sentó en su cama mirando hacia la ventana y acercó el reloj hacia ella y se sorprendió, no eran más que las 5.45 a. m. Se acurrucó nuevamente en su cama pero ya el sueño se había esfumado, tenía los ojos abiertos como platos y miraba el techo, su mente comenzó a volar. Pensaba en su vida y en que tal vez había comenzado a enloquecer. El tiempo que transcurría no era fácil y sin embargo no traía nada con el que lo haga tan difícil, pero ella no podía y si seguía era con una esperanza, ya lejana, de que todo lo que le anudaba la garganta llegaría hasta el punto de volverse secundario, como antes. Se paró y fue hacia el baño, tenía ganas de ir afuera, estaba harta del olor de su casa. Sentía ganas de ver uno de esos árboles que la tenían fascinada, las acacias, de repente era solo ese color naranja intenso, casi rojo o lo sublime que se le hacía caminar por las veredas y ver como las flores habían caído formando montículos en el suelo y era hermoso por el sol que jugaba con ellos y por sus copas tan vistosas y a veces con destellos dorados. Se lavó la cara y los dientes, escupió, volvió a escupir, se seco la cara, regreso a su habitación encontró unas sandalias y un jersey y salió sin rumbo fijo. Caminó como perdida por las calles, los habitantes de la ciudad aun estaban en sus casas y ella era feliz así. Iba sin la presión de creer que todos se hacían una idea de ella, buena o mala, falsa o verdadera, venenosa o simple, ya estaba harta de toda la mierda de la gente, ya había optado por no mirar las caras al pasar y mirar con desdén a los hombres que le sostenían la mirada cuando se descuidaba, detestaba eso. Caminó. Se sentó en el jardín de un parque no tan lejano, solo a esperar, tal vez que se hiciera más tarde para volver a casa y que su madre no se preocupara. El calor de la mañana comenzó a sofocarla un poco y a cambio de eso de rato en rato traía una brisa que la refrescaba un poco y que hacía que siguiera ahí, alrededor del parque había casas y los niños comenzaban a salir de sus casas aseados y uniformados, listos para la escuela, la gente mayor sacaba a sus mascotas a pasear y la miraban por sus fachas y su cara perdida, se paró al fin y comenzó a caminar de regreso, como si estuviera ida. En el camino de regreso había un puesto de periódicos, se acercó y se quedó parada como algunos hombres lo hacían y leía los diarios colgados, siempre con lo mismo: Muertes, desapariciones, contaminación, el fin de la era, algunos nuevos aparatos tecnológicos que promocionaba alguna gran marca pero lo que más la sorprendió fue la fecha. Buscó en los bolsillos del jersey Calipso que se había puesto antes de salir y encontró una moneda, se acercó a un teléfono público y pensó en la numeración de él, marcó el numero y se quedó dura pensando en que si estaba bien o mal, en lo que traería consigo la gran idea de llamar, tal vez les cambiaría la vida. Cómo saberlo?, al final de las interminables cuatro timbradas una voz, la de él, lo saludó por su cumpleaños, hacía algún tiempo que había decidido no hablarle, tal vez por miedo, por miedo de que siguiera golpeándole el alma, por miedo de perder la cabeza, por miedo de los reproches y las tonterías, pero le deseo lo mejor, sin pensárselo dos veces, todos merecen lo mejor, aunque lo mejor no sea bueno para todos, lo mejor, lo suficiente para sonreír y así fue, en la voz de él se escuchaba una profunda tristeza pero se quedaban mudos cuando la conversación se tornaba algo difícil, tal vez se hubieran querido decir cosas importantes pero se dedicaron a decir las tonterías que la gente común dice, ella compartía la tristeza y se apresuro con su saludo para no echarse a llorar y para que su día no terminara cuando recién había empezado, caminó de regreso sin mirar a nadie, casi trotaba, los taxistas le gritaban cosas que ella no quería escuchar, tal vez le decían “loca” o algo parecido, no le hubiera sorprendido. En la esquina de su casa compró un pan con la ultima moneda que le quedaba y llego a casa comiéndolo, su madre le abrió la puerta su rostro no reflejaba molestia, ni tranquilidad solo neutralidad, le pregunto donde había estado y ella respondió con la verdad, cosa que ya no solía hacer aunque le doliera. Subió corriendo a su habitación se quito lo que tenia encima, se miro largamente al espejo y cogió un plumón y comenzó a escribir frases que se le venían a la mente, en las paredes, de algunas de las canciones que habitaban su cabeza o de algunos libros que había leído “Dicen que hay bueno, malo, dicen que hay más o menos, dicen que hay algo que tener y no muchos tenemos”, un corazón, aunque oxidado aun seguía teniendo un corazón, aun maltrecho. Se sentó en el borde de su cama, puso musica y se tiró hacia atras, imaginaba a su hombre perfecto, con el que soñaba todas las noches, el que la abrasaba, la llevaba a caminar y le mostraba las estrellas en la noche y que sabía tanto de la vida que hasta solía limpiarle la mente, al que no le importaba si se vestía como una indigente y que la besaba suave pero aplomado, el que no le exigía nada, solo lo que ella le daba, el que no era el más bueno, el que era él y era perfecto y le hablaba de cosas que para ella eran increibles, no se esmeraba y sin embargo el no existía. Se metió a la ducha, se puso guapa, le sonrio al espejo y comenzó su día, una vez más.

lunes, 3 de enero de 2011

Miro el mar y me parece increible la inmensidad, miro el mar y me da nostalgia. Entro en la cuenta porque en mi vida siempre hace falta entrar en la cuenta de que estoy en un lugar, decirme: "Rosangela, estas frente a la inmensidad del mar", debe ser por mi cabeza revuelta, por mi mente llena de suenhos y de mierda. Es entonces que recuerdo y piso tierra, aterriso. Es entonces que recuerdo que extranho a alguien, es entonces que pienso en como he llegado hasta estar sentada ahi con la arena entre mis dedos y la vista en el azul del cielo y el viento desordenandome el cabello, y es entonces que me doy cuenta que nada nunca es por que si, para llegar ahi a mi me hizo falta pasar por todo lo que paso y empezar a sentirme ahi, sin el, sola y con una vida no tan inmensa pero mia y grande.