viernes, 8 de julio de 2011


De repente ya no es junio, ya es julio y casi mediados. Los días se pasan rápido,  son atormentadoramente fugaces. Se pasan tan rápido que estoy sentada en la cocina de mi casa desde las tres de la tarde, cuando aun había sol, son apenas las 6 y media y ya todo oscureció. Y lo único que hago desde hace mucho tiempo es fumar, un cigarro tras otro, uno y otro. No recuerdo hace cuanto tiempo deje la universidad, no sé si estaba realmente convencida, así como no se nunca si estuve lo suficientemente convencida como para estar ahí o para dejarla, entre otras cosas que también se quedan en el camino. Entre a una universidad, por descarte, eh! Es una buena ley, a veces para llevar la vida pero para las personas sin sueños. Yo no, yo creía  en algo, tengo un corazón y una tripa revuelta. Una tripa revuelta por haberme ido por la tangente, es mágico a veces irse por la tangente, de pronto solo existe lo que ves y lo que te toca es lo que te toca como alguna vez alguien me dijo. Recuerdo que el tiempo de mi vida que ha valido la pena, el tiempo en el que he sido putamente yo, consta ya de un año y aun no sé cómo ser.