miércoles, 27 de abril de 2011

Estaba sentada y él a su lado. Eran desconocidos, después de un millón de noches, después de miles de intentos, después de un millón de palabras, después de todo el dolor, después de todo, era él y era ella… pero no uno, ni amigos, ni seres afines, solo desconocidos. Ella después de todo huyó. Se fue y se aseguro de no dejar nada que los uniera y sin querer se olvidó del corazón. Menudo detalle. Salió a la calle, el mundo prometía colores fugaces, anocheceres y atardeceres que duraban un segundo, solo un segundo pero que hasta los podía tocar pero nada como el purpura eterno en el que había vivido. Ya no era el mismo sol lejano, ni los mismo olores, ni los sabores, era todo más como el mundo es, pero había magia

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